"Después de medio siglo de (...) pronunciamientos, manifiestos, revoluciones, (...) cambios de régimen y de dinastía, proclamación de Constituciones (...), tenemos lo que se pedía, constitución liberal, (...) sufragio universal, derechos individuales y, sin embargo, seguimos lo mismo que estábamos: el pueblo gime en la misma servidumbre que antes, (...) su mísera suerte no ha cambiado en lo más mínimo, (...).

    ¿Y sabéis por qué?  Porque esa libertad no se cuidaron más que de escribirla en la "Gaceta", (...) porque no se cuidaron de afianzarla dándole cuerpo y raíz en el cerebro y en el estómago, promoviendo una transformación honda de la agricultura, que haga producir doble que al presente y disminuya el precio de las subsistencias, y, mediante la difusión de la propiedad territorial, elevando a los braceros a la condición de terratenientes. (...) No vieron que la libertad sin garbanzos no es libertad. No vieron que por encima de todas las Constituciones y de todos los derechos individuales (...) el que tiene la llave del estómago tiene la llave de la conciencia, y, por tanto que el que tiene el estómago dependiente de ajenas despensas no puede ir a donde quiere, no puede hacer lo que quiere, no puede pensar como quiere, no puede el día de las elecciones votar a quien quiere; no reflexionaron que el que no sabe es como el que no ve, y que el que no ve tiene que ir conducido por Lazarillo a donde el Lazarillo quiere llevarle, que raras veces es a donde al ciego le conviene, que casi siempre es a donde le conviene al lazarillo, (...) la revolución no pudo rendir fruto alguno, quedó estéril".
Joaquín Costa. "La tierra y la cuestión social"