Da igual.

La rutina y la monotonía me aburren, y sorprenderme no es nada fácil. He echado de más a quién un día eché de menos, y de menos a quién nunca imaginé. Me he emborrachado, he probado las drogas, he volado en el asiento delantero de un coche y he llorado con alguna canción. He besado por besar, por aburrimiento y por sentimiento. Cuento con más errores que con aciertos en mis dieciocho añitos. Escribo cuando tengo frío. Tengo bien claro que del amor nadie vive y río más bien poco. Soy leista, laísta, idealista y no creo en Dios. Pongo caras raras en las fotos. Me han jodido, me he caído y me he levantado, en ocasiones sola, otras muchas con ayuda. Soy infantil. Me asusta la soledad e ir sola en el transporte público. Querría ser valiente o aprender a volar. Escucho las canciones que me gustan hasta agotar los altavoces. Odio que me miren y hacer el ridículo. He ido tan rápido que me he comido más de una pared. He odiado la ilusión y me he tragado las lágrimas en ocasiones insospechadas. Imaginé que la alegría no estaba hecha para mí. Y no lo esta(ba).