Las cuatro patas de mi cama pueden llegar a soportar toneladas de bipolaridad. Sabemos que mueres de ganas de que acorrale con mis dientes los salientes de tus caderas. Y me suplicas que lo apague, que no son horas de fumar en la cama, en la misma cama en la que también me confesaste que tienes miedo de las luces y de que te deje caer que me empieces a querer. 
Y esta antítesis total nos mantiene cerca.