Marzo de mil novecientos noventa y tres.




Esta red tejida con los retales del tiempo, esto a lo que llamamos vida... no se ve. No se oye. No se traga. No existe. No tiene sentido a menos que poseamos la sensación de querer morder sus pasiones, a menos que encontremos el sentido del movimiento de nuestro barco. A menos que no queramos desistir aunque en unos cuantos millones de segundos el ser que de cada hoy sea solo el ''no recuerdo'' del mañana. Esperanza. Querer imaginar que existe la vida. Querer vivirla. Nada en nuestro mundo encontrará su lugar a menos que nosotros no encontremos una esperanza a la que seguir, un sentimiento que expresar, una idea por la que luchar. Nada tiene sentido si nos sentimos ''insentibles'', indolentes, si escondemos nuestras más bellas palabras en el cajón de la desidia, si no somos capaces de arrancarle la ropa con los ojos a quien nos dibuja las medias sonrisas más llenas de nuestro caos. Si no tenemos amor. De hoy, desde ahora. De mañana, de siempre, de nunca, de ''no todavía pero dejémonos llevar''.