Puedes llegar hasta mi siempre que tú quieras.






Qué cerca estaba. Qué cerca estabas. Qué cerca estuvo. Qué cerca estuviste. Qué cantidad de cosas se pueden descubrir cuando vas con los ojos cerrados, cuando juegas a no ver. Dejarse la cabeza en instantes de copiosa histeria es el mejor remedio para días de angustia. Perspectivas que adoptaste para mirar a través de esa puerta que nunca se abre, que nunca se abría, que no solía hacerlo. Arte ataviado en piel que se desliza sin rozar el suelo. Y el cielo es suyo. Háblame. Háblame. No dejes de escribirme. No dejes de acariarme con tus palabras de papel de celofán con las que me creo merecedora de las nubes como regalo. Trenes. En ocasiones merece la pena perder más de uno por ver de cerca la libertad. Viajes por planear. Caminos que abordar. Vuela. Vuélame. Siénteme cometa surcando el cielo que se vuelca en el ancho mar, ese que separa los hilos de tu risa de mi delirio.