No todos los hogares disfrutan del olor a café recién hecho.




Ocho asaltos al perímetro de Melilla desde el 21 de septiembre. Ocho, ni más ni menos, en menos de dos meses. Algo falla... Navegando por distintas páginas web me ha llamado la atención un artículo que he encontrado en el portal El Faro, donde se recogen unas palabras del Presidente de la Ciudad Autónoma: ''El principal problema del repunte de la presión migratoria que viene sufriendo Melilla desde hace unas semanas no es la ''cuantía'' de subsaharianos que logran saltar la valla que separa España de Marruecos, sino la sensación de que la frontera ''es vulnerable'' [...] Esta situación no se puede no se puede consentir. [...] La frontera de Melilla es también la de Europa''. 
Y qué razón tiene... El Estado nos protege, nos ampara, nos cuida. Es como un padre benefactor que vela por los intereses de sus hijos, y como tal, coloca vallas a su al rededor para que aquellos ''non gratos'' ni se aprovechen de su buen hacer ni corrompan a sus pequeños. Nosotros decimos ''SI'' a su protección cediéndole nuestro silencio. Nosotros decimos ''SI'' a su control.
Es verdaderamente terrorífico que aún hoy haya mentes con pensamientos despectivos hacia las avalanchas, y no me refiero precisamente a las de nieve. No pretendo que se me malinterprete, pues no pretendo aquí hacer propaganda sobre la inmigración ya que para todos los países receptores esto supone un perjuicio. Solo pretendo que las mentes cerradas que me quieran leer no mantengan la boca tan abierta. Tampoco pretendo dar lecciones de moral. Mi humilde ambición es que el mundo no se olvide de que existe la empatía.
Por favor, hagan el esfuerzo de imaginar por un momento que no pertenecen a la sociedad que pertenecen. Piensen por un momento que no nacieron en el lugar donde han nacido, que no conocen la paz que conocen. Imaginen por un momento que tienen hambre, o mucho peor, que sus hijos tienen hambre. ¿Qué sería de ustedes? ¿No intentarían autoprocurarse una vida 'mejor'? ¿No harían lo imposible por que sus hijos no tuvieran  frío? 
Ahora regresen al presente. Estudiantes, trabajadores. Familias. La coyuntura económica actual no es la más propicia para ir a la deriva. Son tiempos de esfuerzo, de autosuperación. Son tiempo de intentar cualificarnos lo máximo, destacar al máximo, y ser, por tanto, los más brillantes. Salimos a ''aprender inglés'' porque, en un futuro, será el futuro, porque tenemos dinero y porque podemos pagarlo. Y... hablando de futuro, puede que el de muchos estudiantes no esté en España... eso lo sabemos bien. ¿Fuera, tal vez? El porvenir de muchos trabajadores quizás tampoco, pero las barreras idiomáticas de la generación anterior son bastante grandes, por lo que si aquí no se encuentra, se TIENE que encontrar. Somos tan hipócritas que no nos paramos a pensar un minuto en la cantidad de similitudes que tenemos nosotros, los privilegiados, y las 'avalanchas'. Si el Estado es nuestro papi, Europa es nuestra abuela preferida, esa que todos los domingos nos prepara la comida que más nos gusta, esa que nos da todo a cambio de nada, y a ella recurrimos cuando en casa nos falta el pan, porque ya se sabe que los abuelos siempre nos miman más que los padres y siempre nos tienen un abrazo preparado. Emprendemos nuestro camino fuera de las vallas donde hemos nacido, porque sabemos comunicarnos, somos sociables y cultos, y no pretendemos robarle el trabajo a nadie. Y porque, en definitivas cuentas, tenemos posibles para hacerlo. Solo queremos lo mejor para nosotros, y si tenemos una mochila llena de familia, también para ellos. Nos vamos vestidos con nuestras mejores intenciones.
Hay muchos hogares en los que el frío que nosotros tapamos con la calefacción hace que diciembre, enero, febrero y marzo sean mucho más largos. Hay familias que se desvivirían por leer los libros que nosotros despreciamos. Hay grupos en los que la sed hace que a muchos niños se les hinche la barriga, y hay parentelas que aún no saben lo que es el olor a café por las mañanas. 
No seamos cínicos, que ellos no son los únicos que buscan oportunidades lejos de la tierra que les ha desollado las rodillas cuando estaban aprendiendo a caminar. La desigualdad se sitúa en que unos van en avión y otros saltan vallas... en que nosotros nos vamos al norte, y ellos vienen del sur.