¿Ensamblaje de imposibles?





Me pregunto una, otra, otra y otra vez, y otra más, dónde coño se han ido mis palabras, esa verborrea que tan característica me era y que parece haberse diluido con el cambio estacional, y me parto los dedos intentando una, otra, otra, y otra, y otra vez más, dilucidar sin dilación el por qué de la dilución de ese algo que antes era tan sólido en este algo que ahora es tan, tan líquido.

Siempre necesité un lugar en el que cobijarme de la lluvia. Siempre sentí que serías tú. Siempre quise que fueras el fulcro que le daba una cierta sensación de equilibrio a los días de mi balanza.  Fuimos el ejemplo perfecto de aquello que dijo una vez un sabio griego, el ejemplo personificado del ''dadme un punto de apoyo y moveré el mundo'', el ejemplo más puro de la transmisión de fuerza entre la materia viva, o, al menos, por aquella que se esfuerza en parecerlo. Siempre te quise, y siempre te voy a querer aunque en este momento escuezan los términos absolutos. Siempre, siempre siempre. Siempre me esforcé por construir un siempre, pero desde el momento primero alguien me debió advertir de que un siempre nunca es un siempre, y que si habría de esforzarme en construir un algo, el adverbio correcto para designarlo debería haber sido un ahora

¿Querer es poder? ¿Somos tan diferentes que hemos acabado siendo iguales? Me resisto a creer que las partes del todo han cambiado, que nunca más volverán a ser lo que fueron, y me obligo a pensar en relativo: ni en nuncas, ni en siempres, ni en todos ni en nadas, sino en todo lo contrario, porque me estallan los tímpanos con el sonido del silencio que nos desune. ¿Seguimos siendo posibles? Ojalá que así sea.