Y en lugar de llorarle... me callé


Con los ojos fijos en el suelo, aquella noche
con los ojos húmedos, la de hoy.
Aquel, el tren más incómodo en el que jamás confiar
destino cualquier otra vida, esa, tu piel, que voló.

Diecisiete escalones de subida
diecisiete escalones, después, tus pies
y hoy son miles los que a ninguna parte me llevan.
Nunca más aquella risa. Nunca más aquella vez.

Te llevaste en febrero de pronto todo mi invierno
mientras me mojaba con tu lluvia en Madrid.

Y olvidé olvidarte... y olvidé olvidarte.